Las casas de tierra eran la última morada de los señores del norte
de la Europa medieval. Pero para poder llegar hasta ellas debían
navegar una vida repleta de peligros, ya fuesen batallas, tempestades
o intrigas palaciegas. Es por ello que muchos de estos nobles crecían
desconfiando de todos y eran rápidos en actuar sin importar las
consecuencias.